miércoles, 11 de enero de 2012

Algo más.

Al salir del instituto vi una moto como la suya, pero pensé que era imposible, hasta que le vi, sus manos, sus ojos, en fin, él. Al principio temí que fuese una alucinación, hasta que me miró y sonrió. Saludó con la mano y me acerqué corriendo mientras él habría los brazos para acogerme en ellos como tantas otras veces lo había hecho. Me dio un casco, ante mi atónita mirada subió a la moto y me ayudó a subir en ella. En cuanto estuve preparada arrancó y aunque yo estaba acostumbrada a ir en moto me agarré a él fuertemente, no por la velocidad, si no porque es una sensación maravillosa que el viento te alborote el pelo bajo el casco mientras corres avanzas por el asfalto abrazada a la persona que quieres. Bajamos de la moto para dirigirnos a cualquier sitio a comer, nos daba igual el lugar, avanzábamos por las calles cogidos de la mano, felices. Terminamos de comer, al salir el día estaba gris y pequeñas gotitas caían del cielo. Reíamos mientras corríamos para refugiarnos, pero llovía demasiado y acabamos completamente mojados. Paramos, nos miramos a los ojos mientras no podíamos dejar de sonreír. Poco a poco nuestros rostros se iban acercando involuntariamente, hasta que, estuvieron a pocos milímetros, mi corazón palpitaba con fuerza y cerré los ojos mientras notaba el roce de sus labios contra los míos. Beso mojado, beso amargo, beso dulce, beso intenso, beso suave, beso bajo la lluvia. Pequeñas gotas resbalaban por nuestras caras, resbalaban por nuestros brazos, el pelo, los cuerpos demasiado juntos, se deslizaban como pequeños diamantes. Y así cuando una de esas minúsculas porciones de agua calló sobre mis ojos me desperté, había sido un sueño, un maravilloso sueño. Y lloré, lloré porque no era real. Porque mi imaginación me jugó una mala pasada, porque mientras lo besaba recordaba como me besó aquellos días.

No hay comentarios:

Publicar un comentario